XLI
La sed de venganza
nublará su sabiduría,
volviendo su nauseabunda puntería,
en una terrible amenaza.
XLII
La sempiterna variabilidad,
corrompe su regla en mi,
ya que te quiero sin fin,
y te querré hasta el final.
XLIII
No sé si todo era grisáceo, oscuro,
no sé si me eligieron para llegar,
sólo sé que el ruido fue notable en junio
y hasta dentro de un tiempo no parará.
Nunca sabré cuando, en que momento,
no sé si será tenebroso, rudo, acogedor,
sólo sé que a mis oídos llegará el silencio,
será de la designada vida, su conclusión.
XLIV
Se marchó como una exhalación,
una estrella tan fugaz como la vida misma,
una aguja inquieta que marca la una con prisa,
una lágrima que brota hastiada de dolor.
XLV
Escucho el silencio
de tu paso firme,
del movimiento que tu figura describe,
de tu liso pelo.
Amargor siento
por tu adiós,
consumiendo mi mente sin el perdón,
que lo haría pasajero.
[...]
Tengo, ya, vago recuerdo
de lo que ocurrió,
pero guardo el dolor,
nocivamente, desde aquel momento.
La toxicidad suicidó
aquel lejano afecto,
esfumando cualquier efecto
de cariño, ternura o amor.
XLVI
Recuerdo tu nombre abrumador,
entre indomables corcheas fugaces,
entre un tú y un yo
que cuidar no fuimos capaces.
XLVII
Tantas cosas que me propuse hacer
y no las hice por pecado capital,
tantas cosas que me propuse no realizar,
y las hice, solo, por sentirme bien.
XLVIII
Nos ceñimos a mirar bajo
nuestras opulentas suelas,
sin tratar de realmente enmendar
el sufrimiento de nuestros hermanos.
XLIX
Ojalá poder parar el tiempo,
hacer de este segundo un siglo,
que la vida no fuese una ola,
que cada momento fuera eterno,
y que no hubiera final, principio...
pero la vida ya no sería tan hermosa,
no quedarían detalles únicos, momentos,
ni habría el constante equilibrio,
ni aprovecharía lo que tengo ahora
porque el tiempo no correría en mi contra.
L
Y un paréntesis se abre,
un tiempo aparentemente diferente,
y espero que se prolongue alegre
y que la pena en venir tarde.
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