miércoles, 26 de octubre de 2016

XXXI - XL

XXXI
A veces la soledad,
te hace darte cuenta
de los errores de atrás,
que no haber cometido quisieras.

XXXII
En las luces del cielo angosto,
entreveo dos brillantes luceros,
que recuerdan tus ojos certeros
cuando mis dedos rozaban tu rostro.

XXXIII
Y es que este estrellado cielo,
contrario a la vida apesadumbrada
en constante cambio y movimiento,
es tan firme como tu estridente mirada
cuando dominas el placentero tempo.

XXXIV
Busquemos aquel optimismo
en las pequeñas cosas,
en lugares.

En los corazones descosidos,
en las verdades engorrosas,
en instantes.

En las mentiras piadosas,
en las noches bebidos,
en alguna parte.

XXXV
Abre tu vida a otro lado,
coge la intersección a otro lugar,
rompe con tu monotemático espacio,
vuela sin reparo, busca un nuevo hogar.

XXXVI
El tiempo no da tregua,
no da opción al reparo,
continúa su ineludible senda,
su implacable itinerario.

Sin embargo hay ciertos lugares
que rehuyen del paso del tiempo,
escépticos en todo momento,
por despertar sucesos inolvidables.

XXXVII
No me haces falta,
pero se que te necesito,
para alcanzar la calma
me necesito contigo.

XXXVIII
A golpes se hace notar,
a golpes te hace perder,
a golpes te hace ganar,
pero nunca te hace volver.

XXXIX
Me llevaré todo lo malo
para esconderlo en un cenagal,
y con lo bueno continuar
el resto del viaje, ilusionado.

XL
Y te fuiste,
quién sabe si para volver,
y sólo sé que ni adiós dijiste,
y súbitamente vacío quedé.

Y te marchaste,
quién sabe si te volveré a ver,
y sólo sé que me dejaste,
y allí fallecí ayer.

Y las horas pasando siguen,
quién sabe si me cruzaré contigo,
y sólo deseo que tal no llegue,
que cada cual siga su camino.

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